jueves, 11 de septiembre de 2008

Pequeña Muerte


La muerte es así. Cruel, hija de puta, despiadada, y necesaria. Aparece donde menos te lo esperas. Detrás de unos matorrales o tras una curva. Espera paciente, dueña del tiempo, a que nosotros la busquemos. Te saluda con ojos vacíos cubiertos de gélidos abismos. Te sorprende en instantes inoportunos, cuando permaneces distraído o mascando ideas secundarias. Problemas actuales, dudas futuras o hechos pasados, da igual. Todo pasa por el mismo filtro de lo prescindible e inútil. Y todas se desvanecen en el mismo instante cuando te encuentras cara a cara con el fin, el punto en el que los segundos ocupan siglos.
Es increíble lo fácil que nos resulta eliminar aquello que nos ha rondado por la cabeza durante tanto tiempo. ¿Qué haré con mi vida? ¿Debo hacer tal o aquello?... Las preocupaciones se desvanecen y aterrizamos en el presente con un golpe sordo y seco, de crujir de huesos y confusión creciente. Es un presente del que nunca nos debimos alejar, pero que estamos empeñados en sustituír por la hipocresía del falso vivir intensamente. Así es el ser humano. El tipo de animal que... bueno, los animales suelen ser más cuerdos y en este caso no hay más precedentes. Digamos que es el único animal que, como dice un buen escritor ya conocido por estas tierras virtuales... "vive su vida como una especie de borrón en torno al punto donde se encuentra su cuerpo, anticipándose al futuro o aferrándose al pasado. Suele estar tan preocupado con lo que sucederá que sólo averigua lo que sucede cuando ya ha sucedido. Así son la mayor parte de las personas. Aprenden a tener miedo porque no saben lo que va a suceder. Y ya les está sucediendo."
¿Y lo peor de todo? Que esa sensación de total vitalidad y alerta que adquieres cuando ves tu muerte de cerca se acaba disipando, y vuelves como una oveja más al rebaño de la ignorancia y la corriente de la rutina. Vuelves a adoptar esa forma de borrón y nada pasó. Sólo fue un susto, se suele decir. Y la oportunidad para despertar y ser consciente desaparece. A no ser que te des cuenta y trates de cambiarlo. Trates de cambiar.
Por eso no quiero olvidarlo, porque la visión de la muerte me hace estar más vivo que nunca. Porque ahora siento la sangre en mis venas, mi corazón bombeando con fuerza. Ahora tengo más presente que nunca lo que es importante en mi vida, y no quiero olvidarlo. Toda la paja voló en aquel instante y quiero volver a tener aquella claridad mental, aquella aceptación absoluta de la nada. Aquella paz que sigue al miedo. La idea de que, aunque haya mucho que perder y quiera aferrarme a la vida por todos los medios, quizás desvanecerse para siempre no sea tan terrible después de todo. Es la pequeña muerte que necesitamos para aprender a vivir mejor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chapeau, Pablo. Qué razón tienes.

Faeriel dijo...

Precaución, amigo conductor, la senda es peligrooosaaa...

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.