sábado, 3 de enero de 2009

El Zen es el arte de percibir la estrella polar en el cielo meridional

"Algunos de mis lectores me censurarán tal vez por hacer una montaña de una topera: "Tomar té es un asunto insignificante y sin importancia; convertirlo en algo relacionado con los más elevados pensamientos de que sea capaz la mente humana está completamente fuera de lugar; si tenemos que tratar cada pequeño incidente de la vida humana de esta manera, no tendremos nada de qué disfrutar, libre de pensamientos complicados. ¿Qué tiene que ver tomar el té, a fin de cuentas, con la metafísica más engorrosa? El té es té y no puede ser otra cosa. Cuando estamos sedientos, tomamos una taza de té y eso es suficiente. ¿Cuál es la utilidad de convertir todo esto en un extraño arte? Los orientales son demasiado rebuscados. Los occidentales no tenemos tiempo para semejantes trivialidades.
Ahora, bien, yo preguntaría: ¿Es un funeral algo más significativo que tomar el té? ¿Tiene una boda un significado moral o metafísico superior al de tomar el té? Desde el punto de vista de la "mismidad de Dios" o la "mismidad de la pulga", la muerte sigue inevitablemente al nacimiento; no hay nada siniestro en ello. Lo mismo ocurre con el matrimonio. ¿Por qué entonces hacemos de ello algo tan importante? Si quisiéramos, lo podríamos reducir fácilmente al mismo nivel que el hecho de desayunar o ir a la oficina. Lo convertimos en una gran ceremonia porque lo necesitamos así. Cuando pensamos que la vida es demasiado monótona, la forzamos en determinadas ocasiones y así estamos a veces excitados, a veces deprimidos. A todos nos gustan las vicisitudes y los cambios. Cuando un universo llega a su fin, un monje zen pregunta: "¿Esto desaparece también?". Un maestro responde: "Sí", mientras otro responde: "No". ¿Quién tiene razón "Ambos tienen razón", diría el zen, y, afirmando esto, seguirá su propio camino, celebrando o lamentando su final, o con indiferencia, sin hacer caso de los estados del devenir.
En lo que atañe a la vida, el tiempo y el espacion no son de gran importancia, aunque sea los medios por los que la vida se expresa desde un punto de vista humano. Nuestros sentidos y nuestro intelecto están construidos para interpretar la objetividad según la línea del espacio y el tiempo. Por esta razón, estamos interesados en la estimación cuantitativa. Pensamos que la eternidad es algo que está más allá de nuestras medidas sensoriales, pero desde la interioridad de la vida, un minuto o un segundo es tan largo como un millar de años. El dondiego de día, que dura sólo unas pocas horas de una mañana de verano, tiene el mismo significado que el pino, cuyo tronco nudoso desafía los fríos del invierno. Las criaturas microscópicas son manifestaciones de vida en el mismo grado que lo puedan ser el elefante o el león. De hecho, tienen más vitalidad, pues incluso si todas las demás formas de vida desapareciesen de la superficie de la tierra, los microbios seguirían en la existencia. ¿Quién negará entonces que cuando estoy tomando el té en mi habitación estoy sorbiendo con él a todo el universo y que el momento de llevarme la taza a los labios es la eternidad transcendiendo el tiempo y el espacio? El arte del té nos enseña realmente mucho más que la armonía de las cosas, manteniéndolas libres de toda contaminación, o simplemente sumergiéndolas en un estado de tranquilidad contemplativa."

Extracto de "El Zen y la cultura japonesa", de D.T. Suzuki

Hoy pongo algo que no es mío, pero al fin y al cabo, ¿quién lo podría haber expresado mejor?
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