domingo, 28 de septiembre de 2008

La música tiene algo


La música tiene algo indescriptible. Un efecto sedante y estimulante a la vez (indefinible, vamos, o al menos para mí). Cuando llego a casa, agotado por la civilización, me gusta aislarme en mi cuarto, escuchar mis canciones preferidas y dejarme llevar.
Se siente uno tan bien, olvidado del mundanal ruido. Todos los males salen derrumbados por los acordes precisos. Se olvida uno del jefe, de la familia, de ese chicle en el zapato, de las inclemencias del tiempo, del coche, los atascos, la política… ¡Silencio!, está sonando un Rock. El hambre en el mundo, los muertos en las guerras, los niños explotados, niños sin infancia, todo es más lejano.
Nada existe. Las mujeres maltratadas, la xenofobia, los muertos en el estrecho, los dictadores… Odio, amargura, dolor. ¿Notáis cómo se difuminan? Ya no hay gente que sufre, la Naturaleza no se muere, “catástrofe” no está en el diccionario, la polución es un invento, como el cáncer y el sida; los señores del terror, los que matan por sus ideologías, un sueño, una pesadilla que se evapora. Todo es paz.
Sí, definitivamente uno se siente relajado, como en otro mundo. Otro mundo. Como si nada fuese real. No puede ser real. Pero, entonces, ¿por qué estoy llorando?

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