sábado, 25 de octubre de 2008

Al Caracol de Zacut


Era de noche y sin embargo llovía. Desde los lacerantes bordes de un verde vergel las sibilinas fauces de un gasterópodo legendario vomitan secretos jamás descifrados por los sabios eternos, llenos de ceniza y capital, ausentes, desprovistos de las velas de su propio entendimiento. Su caparazón es mi universo, cosmos que arroja las armónicas formas de su porte, espiral áurea como mi voluntad inquebrantable, autodestructiva como toda inmortal necesidad de creación. Por su superficie vuelan determinantes y tensores que restringen hasta las más básicas propiedades. Todo está escrito, marcado a fuego, atado con el sudor del viejo péndulo quebrado. Poco a poco fuiste avanzando por sendas crípticas, conocimientos arcaicos, canónicos decrépitos axiomatizados, carcomas cuánticas y vórtices espacio-temporales con cierto sabor a homomorfismo. Y en una horrible muesca de disgusto académico, tu talante y aquella soñada imagen romántica del descubridor enclaustrado bajo viejos tomos de olvidada ciencia se tornaron polvo, lodo y babas que cubrían todo el camino. ¿Dónde está ahora tu Mesías? En el fondo de una mugrienta cuenta corriente. Vectores y funciones vueltas oro y beneficio, autovalores del estado. ¿Para qué cavar más hondo si no hay petróleo en los límites de la realidad? Quizá arrancándote los ojos veas más lejos de lo que muchos lo hacen, que no vislumbran más allá de los Nóbel (miserables noveles almas), de Suecia, con sus coronas dadoras de reconocimiento, prestigiosas, prestidigitadoras, ilusionistas, ilusas, como aquellos.
Oídme guerreros del número pi, de la orden de los 2,7182... iluminados irracionales, incorruptibles maestros criados por las ubres electromagnéticas. A todos, a vosotros, os llamo, para que alcéis la voz, para que el dinero no sea el maestre que dirija la logia del físico acelerado por inducción, del armónico oscilador, del explorador de lo inconsciente, de la consciencia sin materia y la materia sin consciencia, sin ser consciente de todo tipo de partículas y lucecitas de colores psicodélicos en un mundo sin forma ni razón de ser, o ¿quién sabe?
Pensad en ese dulce caracol que un día desafió al poder establecido y murió en el empeño, para que su profunda mirada y su épica gesta pasen a la posteridad y ahí, anclado en el techo de Zacut (que no en el busto de Palas, que eso era un cuervo...) rememora viejos tiempos y posibles futuros de un multiuniverso cuántico donde quizá (que alguna probabilidad hay) paste feliz, babeando las nieblas de la ignorancia y sacando los cuernos (por definición de caracol) al sol que reside en cada uno de nuestros corazones (uno por habitante, que yo sepa). No dejes de rociarnos con tu sabiduría cuando, pobres de nosotros, pasemos bajo tu severa estampa, con el alma contraída por el olor del miedo. Danos la fuerza de tu espíritu infinito, frente a ti nos postramos.
Faeriel (físico en particular y surrealista en general)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El caracol de Zacut está sepultado por una enrredadera. Apenas se puede ver.

Faeriel dijo...

sera que hace mucho que no voy por ahi, jaja

Madariaga dijo...
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