domingo, 31 de agosto de 2008

El pasajero oscuro (2º parte)

La tarde era ya lejana. La habían dejado atrás como otras muchas cosas que permiten que uno se aleje por medio de la velocidad, el tiempo o, muy probablemente, una combinación de ambas. Por ello las estrellas se empeñaban en alumbrar con su luz lejana y fría. Mas su esfuerzo era en vano, o al menos poco necesario, pues una lámpara de aceite pendía de un gancho en el techo. Su bamboleo era algo más tangible que aquellas bolas incandescentes de gas y permitía leer con más facilidad las noticias del día.

- ¿Se da cuenta? Las fotos de los periódicos se ríen de nosotros. Nos quieren hacer creer que todas las cosas que ocurren en el mundo se pueden compactar en dos dimensiones. Yo digo, si son tan importantes no serán tan fáciles de aplastar. Si yo fuera una noticia me resistiría, seguro que mordería al lector. ¿Cuál es su opinión?

El que hablaba era un caballero inglés. Había entrado en el compartimento el último cuarto de hora. Tan largo en su longitud vestía un sombrero de copa y permanecía sentado tieso como pocas columnas han logrado estar. Su camiseta bien planchada, que asomaba donde le dejaba la chaqueta negra de smoking, dibujaba lineas verticales, magnificando la sensación de que aquel hombre se había quedado atorado entre el techo y el suelo. El Times se abría ante él como las alas de una mariposa posada en una rama, siendo esta una analogía más que aceptable para aquella situación. Y señores, eso sólo hay que agradecérselo al narrador.

- No me suelo fiar de lo que dicen las cosas de papel. Una vez me engañaron, y ya sabe que el hombre es muy dado a tropezar con piedras conocidas. Tampoco me fío de las piedras, tan duras y quietas... Seguro que traman algo, todo el día conspirando a ras de suelo...- dijo sintiéndose de repente gordo y minúsculo.

- Son traicioneras, estoy con usted. Un día lisas y blancas, al siguiente angulosas y rocosas. ¿Y de qué se fía usted?

- De las cosas esféricas -exclamó mientras veía una ligera convulsión en los bigotes horizontales del inglés-. Como la Luna. La Luna es bastante esférica, y parece seguirle a uno. Y aunque no siempre es así de redonda sí lo es a veces. Eso me basta.

- Las cosas redondas se le escapan a uno de las manos, no dan sensación de estabilidad -bufó estirándose aún más-. ¿Qué clase de broma es esta? ¿Pretende quebrar mi integridad lineal?

- Todo es libre de escaparse cuando desee, intentar conservarlas en contra de su voluntad es inútil. La estabilidad es una ilusión que se cura con el tiempo. Y por eso la Luna es a veces redonda. Otras veces, en cambio, no lo es. Incluso he oído decir que en ocasiones le apetece ser esférica y blanca a la vez. Eso me resulta delicioso.

Las sombras lanzadas por la lámpara creaban divertidas danzas en las sombras proyectadas. Todo lo demás permanecía con su curvatura acostumbrada. El inglés pasó una página del periódico. Eso fue todo. La danza de nuevo. Minutos después el hombre alzó la mirada y comentó:

- Mis padres solían ser como usted, amantes de lo curvo. A veces añoro esa forma de ver el mundo, pero la sociedad ha hecho las puertas cuadradas por una razón. ¿No lo cree usted? La sociedad implica orden. El orden implica rectitud. La rectitud implica planchas, las planchas electricidad y todo se cierra en un cuadrado más o menos grande.

- Un día conocí a un hombre aficionado al Tetris, un videojuego que consistía en encajar figuras, seguro que lo conoce. Jugaba mucho, tanto que el juego empezó a dominar sus pensamientos, sus acciones y sus sueños. Lo llamaban el efecto Tetris.<<
<< Lo dominó tanto que empezó a ver figuras por doquier. Soñaba con ellas y las veía caer por el rabillo del ojo. Todo lo que veía tenía para él una forma de encajar, un sitio que ocupar, un destino que cumplir. Edificios, cajas, árboles y nubes. Todo. Un día lo encontré intentando apilar patos en una caja, los giraba como quería y los dejaba caer desde una cierta altura. Luego se extrañaba de que echaran a volar, eso no salía en las instrucciones.<<
<< El hábito de jugar a todas horas convirtió a esas figuras en su mundo. ¿Había acaso algo más?

- No le sigo. Existía lo que él quería que existiera. ¿Está diciendo que el mundo es un videojuego?

- No me siga, nunca he tenido madera de guía. Yo digo, si quiere cambiar su forma de ver el mundo no haga siempre lo mismo. Si los pasos son siempre idénticos no es difícil de deducir que se llega a un lugar conocido. Acérquese, inclínese hacia mí. Le diré algo breve.

- ¿Cómo se atreve? ¿Insinúa que me doble hacia usted? ¿Qué es eso que no quiere que sepa la lámpara?

- No es tan difícil. Incluso un palo como usted podrá hacerlo. Acérquese.

El inglés lo intentó, vaya si lo intentó. La parte superior del tronco cayó desprendida de la inferior, crujió como una paja seca. El resto son detalles. Algo decepcionado por lo sucedido y extenuado de tanta inmovilidad el hombre decidió cambiar de ambiente. Hasta ahora las compañías le habían desviado la atención. Era hora de volver a encontrarla. Miró a través de la ventana. Hoy la Luna sólo era blanca. Sonrió y salió al pasillo.

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