Bonito abrazo del olvido, en el vagon desterrado. Donde sólo se escucha ya el rítmico traqueteo del tren golpeando los raíles. Allí espera un hombre, un hombre que decidió huir de su vida, espera que el tiempo pase, pues decidió esconderse de sí mismo. Allí mira con desprecio las gotas que se van condensando en la ventana. Hace calor dentro. No hay mucha gente, un par de desconocidos que mejor que sigan siéndolo.
- ¿De qué huye usted? - pregunta la figura negra sentada frente a él.
Le mira un instante y vuelve la vista al cristal sucio. El paisaje cambia con rapidez, tanto que marea, y no quiere perderse un instante. Si pudiera acordarse tal vez. Lo importante no es eso, ahora está sentado, lo demás carece de interés.
- ¿De qué huye usted? - otra vez la misma voz.
Ojos semiocultos por un sombrero de piel, marrón, fabricación americana, o al menos con tintes de neoyorquino. Algo ridículo, pero le acompañan recuerdos de los años 30, de pelis de gansters. Algo lejano. Qué más da. El resto de detalles que acompañan a aquella mirada son comunes y no darían mayor información.
- ¿Huir? Yo no huyo, yo busco. Busco. Y para ello tengo que recorrer muchos caminos.
- Y pisar muchas cosas, le entiendo. De todo queda huella, pero al menos la mayoría nos permite seguir caminando.
- ¿Usted también busca? ¿Podría preguntar -sin demasiado interés- qué es lo que anhela?
- Odio, rencor, venganza. Y también algo inamovible y malvado. Si raspa mejor.
De su pose podría decirse que estaba hecho de humo, de una densidad poco aceptable, pero fluctuante. Y por un instante le creyó. Eso siempre se le había dado bien, identificarse con extraños poco densos. En el resto de cosas el tema cambiaba. Siempre chocaba con la dureza de los objetos materiales. Era estresante y un buen motivo para seguir andando.
- ¿Y ha obtenido resultados por ahora? - continuó el caminante.
- Sólo viejos sentimientos que podrían soplar muy fuerte. ¿Qué opina de los sentimientos que soplan?
- Son algo molestos, no soy muy aficionado al viento. Siempre yendo en contra de uno. Lo veo incluso indecente. Pero los tiempos cambian.
- ¿Y alguna vez pensó en andar en dirección contraria?
- Eso ya implica muchos músculos en acción. No soy muy dado a mandar sobre impulsos nerviosos. ¿Se imagina lo que sería decidir en qué sentido gire un camino? Otra de las indecencias del viento. Si es que el viento se mete en esos temas, que no quiero saberlo.
- Una vez conocí a un hombre que se empeñó en bañarse todos los días a la misma hora, a la salida del sol, en un río que danzaba alegre por la parte de atrás de su casa. Ya ve, uno de esos aficionados al agua. Su ritual era meticuloso. El primer día que lo hizo fue algo mágico, y desde entonces todo su esfuerzo estuvo dirigido a recrear aquel momento. Y llegó un punto en que lo consiguió. Lo único que falló fue el río. Ese creador de milagros, ese fenómeno de la realidad, que cada día le saludaba con un nombre nuevo.<<
<< Él exclamaba: "Buenos días río, le veo alegre esta mañana. Mi nombre es Nadador, pues nadar es lo que me llena y me completa."<<
<< El río, sin embargo, unos días contestaba: "Mi nombre es Azul". Otros días, "mi nombre es Corriente", o "mi nombre es Hielo". Esto sacaba de sus casillas a Nadador, siempre tan igual a sí mismo. Un día se volvió fuego, y en su afán de memorizarse cogió clavos e intentó inmovilizar el agua, el fondo, las rocas y las plantas. Al final se quedó parado. Estaba harto de su cambio. Se acabó ahogando al tratar de clavar una piedra rebelde al suelo. Triste suceso. Lo que nos dice que el río también tiene algo de indecente.>>
- Sin duda, es algo de otro mundo. O tal vez tiene demasiado de este mundo. De todas formas nunca soporté en exceso los que tratan de oler el azul. Tiene también un sabor algo pegajoso.
- Sí, desde que el umami es un sabor ya no sé qué pensar de los otros cuatro. ¿Se deben sentir molestos por la intromisión? ¿El dulce es celoso? ¿Al amargo le gusta la soledad? ¿Cree usted que se lo llegaron a comer para comprobar su textura?
- Ustedes hechos con humo son extraños, siempre pensando en comerse a la gente. El glutamato monosódico y lo salado tenían un mundo en medio, ahora ya está lleno. Mejor sigo andando.
- Si no eres capaz de usar todos tus sentidos nunca llegarás a conocer a nadie en profundidad. Bajo mi punto de vista, alguien no es conocido hasta que le has mordido.
Dicho esto el hombre se levantó. En ese punto del viaje las estrellas empezaban a despuntar. La figura poco densa estaba esparciéndose por la habitación, y no quería aspirar ese aroma. De acuerdo que tiraba más al negro que al azul, pero aun así era momento de marchar.
Sería mejor que siguiera andando.
sábado, 30 de agosto de 2008
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